La vida es un viaje, un destino incierto en el cual no podemos prever lo que mañana pasará; a su paso vamos dejando huellas, unas del dolor de nuestro lastimado corazón, otras como vestigio de nuestro regocijo acompañado de una sonrisa dibujada en los labios; pero cuando la tristeza inunda el corazón, no pensamos de proyectar nuestra pesadumbre en las cosas que tanto dolor nos causaron, pero siempre hay una razón, un argumento para olvidar, como si de una película nuestra vida tratase, y retornar a nuestra ansiada felicidad, aunque sea sólo unos instantes.
¿Quién dice que en la vida no podemos fallar?, cuando la vida es una nube que cambia constantemente y te hace verla de distinto talante, desde lo dispares que somos cada uno. El ser humano es erróneo por naturaleza, porque nadie nos enseña como vivir la vida.
Pero por ello también nos hace únicos, con nuestras virtudes, o nuestras imperfecciones. Aunque el sentimiento más infalible es tu sencillez, tu autenticidad, es el motivo por el cual vale la pena perseverar, ser único, constante, firme y aportando a la vida la más que ansiada por todos, la sinceridad.
Existirá quien conozca de tus taciturnas y atormentadas noches de soledad, aquellas que te observan y te estrechan entre su opacidad y el resplandor de las estrellas.
O quien conozca tus deseos ocultos tras una sutil sonrisa, sin más complejidad que mirarte a los ojos con una beneplácita vehemencia.
Por esas libranzas de la vida, mi existencia se llena de algarabías constantes; a pesar de ello, prosigo observando cuanto me rodea con un ápice de sarcasmo o tal vez con ingrávida frialdad, pero jamás ni mi mente ni mi alma, cohexistirán sin la intensidad de saborear cada nuevo amanecer, tras el aroma emanado de la yerta soledad, que se oculta silenciosa tras mis noches de desasosiego, gratificándome con una exhalación de mi utopía conceptual.
Margot_MooN 30.01.2014
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