Pues sí, me he cortado pero bien, esta vez, con el cuchillo del jamón. Intentaba despegar una viruta larga que salía de un hueco inalcanzable y el cuchillo ha salido disparado (menos mal que no tenía la cara cerca, como cuando miro muy dentro del hueso a ver qué pasa) y me ha cortado en perpendicular la punta del índice izquierdo, y su correspondiente uña. Ha sangrado mucho así que lo he mantenido bajo el agua helada un rato y luego he hecho torniquete con una tirita gigante de las que te cortas tú mismo. Y luego por el huequito de arriba he hecho piscinita de betadine. La tirita se ha empapado, sí, pero la herida al menos ha dejado de sangrar. He apoyado entonces el dedo sin darme cuenta sobre el cuaderno, y he dejado una mancha cobriza de yodo. Entonces he dicho, venga va, esto hay que hacerlo. Y he hecho unas pinturas rupestres en el cuaderno hasta que ya no quedaba más tinta en mi pincel humano titiritero. Algo así:

(*) y creo que cuando me vaya de este lugar esconderé debajo de una tabla del suelo, o de una piedra de la calle, estos dibujos, para que pasados muchos, muchos años, alguien los encuentre y así pueda entender mejor la civilización de nuestros días.