Reғlejoѕ de la aмιѕтad™

REFLEJOS DE LA AMISTAD.
Por Luis Ángel Barquín.

El diccionario define la amistad como el afecto entre personas, puro y desinteresado, que nace de la mutua estimación y simpatía. En el mismo volumen, el amor es concebido como el sentimiento altruista que nos impulsa a procurar la felicidad de otra persona. A simple vista, parece que el fenómeno del amor es más amplio que el de la amistad, la engloba y nutre, le permite crecer en su delicado territorio. Sin amor, la flor de la amistad no obtiene siquiera la energía que le permite brotar, y se marchita la magia de sus pétalos si aquél se desvanece. El amor sostiene en brazos a la experiencia amistosa, le insufla vida a través de una vigilancia constante de los actos propios y ajenos, creando un puente de luz entre dos corazones. Pero el amor es escurridizo y misterioso cual los peces abisales. Puede invitársele a que abandone su incognoscible escondite para que bendiga nuestros actos, nuestro viaje, nuestra presencia, mas no puede irse en su busca, no es una meta que alcanzar, llega solo y nos coge por sorpresa. El amor no es algo estático sino una corriente silenciosa donde el ego se hunde y ahoga. Tiene más de verbo que de sustantivo, verbo al que el sujeto nunca acompaña... fluye el amar únicamente, sin saber jamás quién lo da, quién lo recibe. El amigo aparece por vez primera en nuestra vida cuando nos sentimos preparados para iniciar el aprendizaje del autoconocimiento. En un recodo del camino, de pronto, una piedra corriente parece brillar más que las otras, llama nuestra atención y nos aproximamos sin temor, atraídos por su campo magnético, intrigados por su singular color y textura. La piedra puede resultar insignificante a los ojos de los demás mas para nosotros constituye al principio una gema repleta de preguntas inquietantes y un leve atisbo de verdad. La amistad da cobijo a dos personas que quieren ser sólo ellas mismas, cansadas de mirar la cara de sus semejantes a través de los agujeros de una máscara cada día más endurecida y pesada. El amigo no necesita darte nada para serlo: se limita a recibir tu ser completo, sin escoger la parte más luminosa, sin rechazar tu lado tosco y oscuro. Ese es el único regalo imperecedero que el amigo te ofrenda, una abertura hacia el amor, hacia el 2 fondo de un espejo que palpita con suave calidez, donde puedes sumergir tus pupilas confiadas y verter luz con mayor facilidad sobre tus heridas no curadas e ignoradas tantos años. El plato de la amistad se elabora en la cocina de la intimidad, cuando uno atraviesa sin pensar el umbral de la autodefensa, intuyendo que algo grande y hermoso está al caer. No tiene receta fija, depende del franco apetito con que las personas puedan sentarse a compartir mesa y mantel en armonía. Se sirve caliente o templado, la frialdad destruye sus cualidades alimenticias. Cuando probamos este delicioso plato, descubrimos el mundo a través de un paladar limpio y vamos sintiendo paulatinamente cómo nuevos seres –los árboles, las plantas, los pájaros, la lluvia, el sol, las estrellas, el mar, otras personas,... - nos manifiestan su amistad por donde quiera que transitemos. Si la exigencia aparece, la amistad zozobra, se llena de grietas y naufraga. Si emerge la sospecha, la amistad escapa por la puerta de atrás, pudiendo tardar mucho en regresar. Si la atención no enciende su llama, la amistad se duerme y deambula sonámbula por las galerías del sueño como una falsa anfitriona. Muchas cosas pueden estragarla, y muy pocas reavivarla. Pero una amistad auténtica renace eternamente de sus cenizas aunque perezca muchas veces. Como una orquesta mundial, necesita cada día de más músicos para enriquecer la vida en una siempre inacabada y superable sinfonía. Hay veces que el amigo vigila en silencio nuestros pasos sin que lleguemos a percatarnos de ello. No se precisa estar en permanente contacto con el amigo íntegro para sentir que su alma es una con la nuestra. Su velocidad de vuelo es tal que no hay distancia ni espera para notar que está llegando... aparece desde dentro de uno mismo, es ya una parte de nuestro ser sagrado, siempre lo ha sido cual semilla bajo una misma tierra por explorar. Tanto si el amigo nos invita a que miremos nuestras actitudes insanas, mezquinas, erróneas y en contra de la vida, como si descubre tesoros enterrados en nuestro jardín, es mejor escucharle sin ofrecer resistencia, con suma atención, porque puede ser una bendición para todos. Después, la reflexión sincera ha de impregnar nuestra conciencia por un tiempo y dar a luz una respuesta responsable. Cuando pensamos en la amistad, nos llega siempre el recuerdo de alguien que satisfizo con empatía algunas de nuestras expectativas, compartió nuestras doradas inquietudes, se hizo eco de nuestras frustraciones, contempló nuestros sueños secretos, nos 3 llevó a su frágil fortaleza para llorar ocultos en su sombra,... Pero existen muchos otros reflejos de la amistad, síntomas luminosos de una salud compartida entre seres humanos cuando la actitud amistosa es clara como el sol de mediodía y su hálito puede cruzar el mundo en un instante para darnos ánimo. Amigo, amiga: Porque puedo ser lágrima en tus ojos, me siento afortunado. Porque escucho en tu risa sinfonías, mi oído sigue intacto. Porque alumbras mi instante con tu luz, descubro mis tesoros. Porque en tus manos mueren mis mentiras, me entrego sin reparos. Porque me dejas soportar tu carga, mi espalda se hace fuerte. Porque viertes silencio en mis heridas, no cierran nunca en falso. Porque haces una fiesta con lo puesto, lo sencillo respira. Porque buscas la esencia en mis palabras, mi aliento se hace canto. Porque gustas de especias y buen vino, mi camino se allana. Porque aprecias mis sillas y mi mesa, serás siempre mi amigo, serás siempre mi amiga. Margot