Es incompresible que en ocasiones sacrificamos los pequeños placeres de la vida por un sinfín de
cometidos que parecen tener mucha más envergadura.
"Disfrutar de todos los
placeres es insensato; evitarlos, insensible”. Esta cita célebre de Plutarco, simplifica
a la perfección como podemos sentirnos en muchas coyunturas a la hora de buscar la felicidad.
Dar un pequeño
paseo, escuchar música a la vez que nos dejamos embriagar por los recuerdos que
se van agolpando en nuestra mente, disfrutar de una tarde de con la única
compañía que nuestra soledad, compartir una tarde charlando, haciendo el loco,
dejándonos llevar por los buenos momentos que podemos disfrutar al máximo y
riendo con nuestros amigos…
Vivimos en una
sociedad que parece sòlo prestar atención a lo inusitado, hasta tal punto que
parece que solo podemos ser ufanos cuando disfrutamos de lo desmesurado. Y con
estos hechos cotidianos nos obligamos a perseguir metas inalcanzables en busca
de esa ilusión de falsa felicidad y se nos olvida que uno de los elementos
esenciales para encontrar la satisfacción, es disfrutar de los pequeños placeres que la vida dispone
en nuestro ámbito día a día.
Sin embargo,
muchas veces no somos conscientes que la felicidad es algo que depende fundamentalmente
de nosotros mismos, sin necesidad de complicarse la vida para ser un poco más
felices, porque los pequeños pero
grandes placeres que la vida nos brinda, están ahí, imperecederamente,
para sacarnos una sonrisa en
cualquier momento y lugar.
Y en ocasiones nos lamentamos de nuestra propia culpabilidad,
en otras, de nuestro letargo, o tal vez de nuestra impaciencia, y en
definitiva, parece que cualquier excusa es relevante para continuar
hipotecando nuestra felicidad, nuestros placeres, y en definitiva nuestra
vida, coronando desgraciadamente ésta
misma, bajo el distintivo de la angustia, de la ansiedad, el estrés, la decepción,
la rutina, la apatía ...
Esta
culpabilidad emerge del hecho inconsciente de autoimponernos unos modelos y
unas imposiciones que nos vemos
obligados a cumplir. Y nos olvidamos que en realidad, en la vida no
existen unas pautas definidas e inflexibles, somos dignos merecedores de concedernos nuestro tiempo. No discernimos que
no podemos lograr la felicidad ni el alivio de los demás, sino convergemos con nuestra inherente armonía y valoramos nuestro espacio y capacidad
particular.
Por todo ello, deberemos
emprender nuestra búsqueda de la
felicidad, convenciéndonos de que
tenemos derecho a ser felices y de que la felicidad está a nuestro alcance.
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Aquel que es capaz
de ver el universo entero en un pequeño grano de arena, no necesita buscar
más, ya está en “el reino de los cielos”.
Margot_MooN 04.02.14
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